domingo, 24 de noviembre de 2013

Las huellas entre la bruma

El apellido Romo en los Siglos XIII, XV y XVI, en España.

          Existe una leyenda romántica sobre el orígen del apellido Romo, consignada incluso en el Diccionario Etimológico Comparado de  los Apellidos Españoles, Hispanoamericanos y Filipinos del célebre escritor y antropólogo italomexicano Gutierre de Tibón, y donde se narra como un individuo bajo las órdenes de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, durante una batalla, es golpeado en la nariz, por un mazo árabe, dejándolo irremediablemente chato. Desde entonces se le llamó "el Romo" convirtiéndose este apodo en su apellido.

          En una novela, no publicada aún, y a la cual tengo acceso privilegiado a su borrador, el autor aventura la hipótesis de que este individuo, descrito en la leyenda, era un judío converso y cuya descendencia se acrisoló en las culturas cristianas, musulmanas y hebreas en los años subsiguientes. 

              Lo anterior son solo leyendas y cuentos.

          Lo que ustedes leerán a continuación es una narración de hechos consignados en registros históricos. Estos aparecen en diferentes archivos mostrados en la página web del Ministerio de Cultura y Deportes de España. El portal se llama PARES (Portal de Archivos Españoles) y sus fuentes son extensas. Entre otros archivos están el Archivo General de Simancas, el Archivo General de Indias (incluye la Casa de Contratación) y el Archivo Histórico Nacional.

            Son los asientos en los que aparece el apellido Romo y son hechos históricos, comprobables a través de documentos originales digitalizados o no, en estos archivos. En la narración han sido puestos en una perspectiva cronológica y diseminados en la geografía de la España de los Siglos XIII al XVI.

        Más allá de los recuerdos de abuelos y bisabuelos, la ascendencia se pierde en la bruma de los tiempos. La huella familiar se une a la huella de los apellidos sin estar ciertos del parentesco exacto. Los registros históricos iluminan un poco la bruma, pero es una imagen borrosa y solo tienen la certidumbre de los hechos protagonizados por estos que compraron o vendieron, o esos que fueron requeridos en juicios por injurias o lesiones, en litigios por herencias, o aquellos que al viajar al Nuevo Mundo, su registro aparece en los Archivos de la Casa de Contratación de Sevilla. 



                Iluminemos entonces, un poco, la bruma. 



        En 1290, se consigna que Domingo Romo vecino de Calatayud, al sur de Zaragoza, en el reino de Aragón, había vendido a la colegiata un huerto que había sido de la viuda Mencía y su hijo Egidio, y que los clérigos y socios de la Iglesia de San Torcuato, se liberaban de todo pleito o cuestión con relación a esta propiedad.

           Este es uno de los registros históricos más antiguos de alguien apellidado Romo. Y es tan antiguo como los primeros registros oficiales de la historia de España en idioma castellano. El castellano, lengua romance derivada del latín de los romanos que dominaron la península hasta el siglo V, del griego hablado en las colonias orientales y del árabe hablado por los musulmanes que dominaron ocho siglos después del ocaso visigodo, fue la más desarrollada de las lenguas romances tales como el francés, el portugués y el catalán. Hacia el siglo IX el castellano tomó estructura definida. Tomo estructura literaria en el siglo XII y comenzó a utilizarse como idioma oficial del reino en los documentos públicos en el siglo XIII.

          Seis años después, en 1296, el infante Pedro Romo, de oficio odrero y su esposa Sancha, en Huesca, en el término de la Alquibla, al norte de Zaragoza, se queda con un campo, propiedad del monasterio, mediante el pago de 600 sueldos jaqueses y una renta anual de un maravedí de oro.

          Calatayud y Huesca, en las cercanías de Zaragoza, donde Domingo y el infante Pedro vivieron, se encuentran en la región en la que Rodrigo Díaz de Vivar campeaba con sus mesnadas a favor, alternativamente, de moros y cristianos. Y es precisamente en esa región en donde existe la memoria más antigua de individuos apellidados Romo. Casi cien años después de las hazañas del Mío Cid Campeador.

           Las huellas se pierden en el Siglo XIV. No se distinguen entre la bruma los pasos de los Romo.

          Ya en 1431, Martín Romo vecino y procurador del Consejo de Torrijo del Campo, en Daroca, cerca de Zaragoza, solicita ayuda por 300 sueldos jaqueses por razón de que el dicho lugar ha sido muy maltratado por la guerra "e son venidos en total perdición".


          A partir de la segunda mitad del Siglo XV, la huella del apellido se extiende más allá de Levante. En 1480, Alfonso Romo en Peñalver, cerca de Guadalajara, es demandado por “…apropiarse a fuerza de armas” de unos olivares y casas. Juan Romo en 1488, en Olmedo, cerca de Valladolid, solicita plazos para el pago de una deuda contraída con Juan de la Hoz. Juan Romo, procurador, solicita en 1489, viviendo en Valladolid, que se le paguen los maravedís que “…se le deben por el tiempo que estuvo como tal procurador en Badajoz”. En 1494, el consejo de aldea de Yuso, en Salamanca, pide a los alcaldes de los hijosdalgo que residen en la Corte y en la Chancilleria que obliguen a Alonso el Romo a pagar “pechos y tributos” de los que él quiere exentarse “…diciendo ser hijodalgo, no siéndolo.

          Mahoma el Romo, en 1496, en Agreda, cerca de Soria es acusado de injurias por Homar de Roa, ambos moros. Alí el Romo se defiende en Segovia de pagar 5,000 maravedís, en el año de 1499.

          Durante el Siglo XV se desdibuja el apellido por el apodo. Los protagonistas se identifican con su nombre seguido del calificativo “el Romo”. La fisonomía en general, o el tamaño o forma de la nariz en particular, resultaban argumento suficiente para la definición del apellido familiar. Así entonces, individuos con tal apellido o tal apodo, habitan en una extensión más dilatada hacia el final de la Reconquista Española. El origen es Aragón, en Levante, alrededor de Zaragoza, y durante el Siglo XV, ya residen en Castilla la Vieja y en el norte de Castilla la Nueva. Al norte hasta Valladolid, al este hasta Zaragoza, al oeste hasta Salamanca y al sur hasta las inmediaciones de Toledo. En esta época, los Romo fueron escribanos, procuradores, pastores de ovejas, curtidores, hortelanos, odreros, molineros y ejercieron el oficio de “mojonazgo”, una suerte de recaudador de impuestos por venta de vino.

          Durante el Siglo XVI, con los judíos y moros expulsados del territorio español, la huella de los Romo se expande hacia el norte hasta Puebla de Arganzón, cerca de Logroño y hacia el sur hasta Sevilla, Córdoba y Jaén. Sin embargo las huellas son más densas en los alrededores de Toledo. En Toledo, en Camarena, en Fuensalida, en Escalona, en Trujillo y en Rielves se repiten con insistencia los hechos consignados en los archivos sobre las vicisitudes de los Romo.

          En 1521, Juan de Romo es obligado a pagar alcabalas en Villanueva de Jaras al sureste de Madrid. En Puebla de Arganzón, en 1525, Martín Romo y Pedro Martínez de Munri, ambos clérigos, pelean por el beneficio de la Iglesia de San Andrés de Añastro. En Castilfrio de la Sierra, en Soria, en 1535, María Ruíz obtiene ejecutoría de hidalguía como viuda de Hernando el Romo, hijodalgo cuya genealogía y prueba testifical aporta. En Peñalver, en las cercanías de Guadalajara, en 1545, se le sigue un proceso de fe a Juan Romo “el mozo” por palabras escandalosas. En Medina de Rioseco, cerca de Valladolid, en 1564, Alonso Romo, curtidor, acusa a Pedro de la Torre por haber sido agredido con un palo, en la Iglesia de Santiago de esa misma villa. En 1564, se le sigue proceso de fe a Diego el Romo, vecino de Tórtola, aldea y jurisdicción de la ciudad de Guadalajara, por blasfemias. El 30 de Julio de 1579 en Rielves, Toledo, causa ejecutoria el pleito litigado por Gaspar de Quiroga, arzobispo de Toledo, con Lucía Gómez, viuda de Isidro García, difunto, Diego Ruiz, Tomás Díez y Miguel Romo, vecinos de Rielves (Toledo), sobre haber ocupado unas viñas sitas en Toledo. En 1581 se le sigue proceso criminal a Francisco Romo, familiar del Santo Oficio, vecino de Camarena (Toledo), sobre averiguación de una cuchillada que dio a Juan de León, vecino del mismo lugar.

          Los hechos consignados por la Casa de Contratación de Sevilla merecen un capítulo aparte. Son las huellas de aquellos Romo más arriesgados, que obligados o de buen grado, emigraron a las Indias Occidentales. Muchos de ellos declaran ser vecinos de Sevilla o sus alrededores, y tal vez se explica porque la empresa de emigrar al Nuevo Mundo, implicaba tal esfuerzo que obligaba a ser llevado a cabo por etapas. Estas etapas podrían tomar años y para antes de embarcarse éstos se encontraban avecindados en la región de Sevilla esperando pasaje y licencia a las Indias.

          El más antiguo, Juan Romo, hijo de Miguel Romo y Elvira Martínez, vecinos de Torrelaguna, al norte de Madrid, el 14 de Marzo de 1511, recibe de la Casa de Contratación autorización para viajar a las Indias, sin indicar cuál sería su destino final. Un par de vecinos de Illescas, a medio camino entre Toledo y Madrid, Diego el Romo y Julián de Illescas, el 8 de octubre de 1511, viajan a las Indias, también sin mencionar su destino final. También, pero el 9 de Marzo de 1513, Hernando Romo, su mujer Elena y su hija Catalina, todos vecinos de Sevilla en la Magdalena, viajan sin destino expresado. Otro Hernando Romo, también vecino de Sevilla, el 2 de Mayo de 1515 viaja al Nuevo Mundo.

          En su regreso al nuevo mundo, en 1527, para ocupar la gubernatura de Yucatán y Cozumel, y fundar la ciudad de Mérida, el Adelantado Francisco Montejo se hace acompañar, entre otros, por Francisco el Romo, vecino de Arévalo e hijo de Muñoz el Romo y de Teresa de Tapia.

          Viaja a las Indias, también, en 1536, Cristóbal Cuchiller, hijo de Alonso el Romo y de Helena la Jardinera, natural de Sevilla. 

          El 25 de junio de 1590 se forma el expediente de información y licencia de pasajero a indias de Juan del Romo, natural y vecino de Torija, al norte de Guadalajara, hijo de Martín Mojón y María (la Roma), con su mujer Francisca Pérez, natural y vecina de Torija, hija de Alonso Perandres y Juana Pérez, y su hija María, a Nueva España. 

          También, pero el 21 de mayo de 1594, se forma el expediente de información y licencia de pasajero a indias de Alonso el Romo, criado de fray Francisco de Ortega, vecino del Olivar, hijo de Pedro el Romo y María Sánchez, a Filipinas.

          Más allá de los registros, de cuya autenticidad no nos cabría duda, y de las acciones narradas en los mismos, se revelan los caminos andados y la naturaleza de sus protagonistas. Más sin embargo, no es más que una tenue luz iluminando la bruma de los tiempos.

José Antonio Medina Romo
Zapopan, Jal.









5 comentarios:

  1. Muy interesante el origen de los Romo desde tiempos del Cid, durante varios periódos de la historia española... y pensar que inició como un apodo

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  2. Si. Me pareció interesante compartir esta investigación. Espero les gusté y comenten aquellos apellidados Romo.

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  3. ¿tiene que ver el origen "Del Romo" con Rui González de Ceballos apodado el Romo , quien fue Adelantado Mayor del Reino de Murcia y Alcalde Mayor de Toledo en tiempos del buen Rey Don Fernando ?

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  4. "Historia de los Ceballos" por Fray Jacinto de San Angelo , donde se recoge : "Rodrigo de Ceballos Rasura como primero del linaje, que vivió en tiempos de Pelayo con el que batalló contra los moros. También según la tradición oral pudiera ser este el que acompañara al caudillo a Tierra Santa y por tanto el que tuviera su casa en Va de Cayón donde se hospdó la hermana de Pelayo,al ser liberada del moro Muniza."

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  5. "Sería . según Alarcón . su hijo Fernán García de Cabra o nde Ceballos que escrribió su historia en el siglo XI y que , según Ayala ... "este caballero no daba ventaja en las lides al Cid" y participaría , en el año 1085 , siguiendo a Alfonso VI en la Conquista de Toledo , hito que cambiaría las marcas y fronteras entre castellanos y mulsumanes."

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